Día 4 de Julio... 9 de la mañana... Día D... Hora H...
La posibilidad de obtener un resultado que llevo preparando desde hace casi dos años, la posibilidad de acceder a una plaza y de obtener un sueldo medianamente decente que, si bien no me confiere la posibilidad de vivir en medio de una burbuja de lujos, sí me permitiría vivir de forma más o menos holgada, accediendo a aquello por lo que tantos españoles luchan en la actualidad: un puesto de trabajo estable y fijo.
Las oposiciones se han convertido en el camino a seguir por un número cada vez más numeroso de personas, hasta tal punto que las que se han visto enriquecidas con esta situación han sido las propias academias, que han contemplado cómo sus aulas se llenaban inesperadamente por individuos jóvenes y no tan jóvenes a los que la situación actual se les antoja cada vez más incierta. Porque, si bien es cierto que con las oposiciones se renuncia a esa relativa libertad física que poseemos los seres humanos, eligiendo una soledad que en ocasiones llega a atenazar al opositor y futuro funcionario, la recompensa es mucho mayor de lo que en un principio pudiera parecer a simple vista.
Nos llaman "bichos raros", "ratones de biblioteca", por encontrarnos inmersos día sí día también en la insulsa rutina que es el estudio diario, en jornadas que a veces superan las diez horas de duración, sólo acompañados por nuestros libros, códigos, apuntes varios y demás enseres (algunos, totalmente innecesarios). Nos llaman "esclavos", y puede que tengan razón, pues somos esclavos de seguir un camino que no siempre es fácil, y que a veces se nos hace cuesta arriba. No sólo por el cansancio físico, sino por el espiritual. Porque no siempre los ánimos o el punto de vista con el que contemplemos nuestra rutina diaria es el mismo, de tal modo que podemos variar en cuestión de segundos: de la más honda tristeza al estado de euforia más elevado.
Y puede que sea verdad eso de que somos bichos raros, eso de enclaustrarnos día sí y día también, hasta tal punto de que a veces llegamos a soñar con nuestros "queridos códigos", apuntes y demás.
Con suerte, todo terminará este año... pero el verdadero camino estará a punto de comenzar. Ojalá todo vaya bien...
La posibilidad de obtener un resultado que llevo preparando desde hace casi dos años, la posibilidad de acceder a una plaza y de obtener un sueldo medianamente decente que, si bien no me confiere la posibilidad de vivir en medio de una burbuja de lujos, sí me permitiría vivir de forma más o menos holgada, accediendo a aquello por lo que tantos españoles luchan en la actualidad: un puesto de trabajo estable y fijo.
Las oposiciones se han convertido en el camino a seguir por un número cada vez más numeroso de personas, hasta tal punto que las que se han visto enriquecidas con esta situación han sido las propias academias, que han contemplado cómo sus aulas se llenaban inesperadamente por individuos jóvenes y no tan jóvenes a los que la situación actual se les antoja cada vez más incierta. Porque, si bien es cierto que con las oposiciones se renuncia a esa relativa libertad física que poseemos los seres humanos, eligiendo una soledad que en ocasiones llega a atenazar al opositor y futuro funcionario, la recompensa es mucho mayor de lo que en un principio pudiera parecer a simple vista.
Nos llaman "bichos raros", "ratones de biblioteca", por encontrarnos inmersos día sí día también en la insulsa rutina que es el estudio diario, en jornadas que a veces superan las diez horas de duración, sólo acompañados por nuestros libros, códigos, apuntes varios y demás enseres (algunos, totalmente innecesarios). Nos llaman "esclavos", y puede que tengan razón, pues somos esclavos de seguir un camino que no siempre es fácil, y que a veces se nos hace cuesta arriba. No sólo por el cansancio físico, sino por el espiritual. Porque no siempre los ánimos o el punto de vista con el que contemplemos nuestra rutina diaria es el mismo, de tal modo que podemos variar en cuestión de segundos: de la más honda tristeza al estado de euforia más elevado.
Y puede que sea verdad eso de que somos bichos raros, eso de enclaustrarnos día sí y día también, hasta tal punto de que a veces llegamos a soñar con nuestros "queridos códigos", apuntes y demás.
Con suerte, todo terminará este año... pero el verdadero camino estará a punto de comenzar. Ojalá todo vaya bien...