12.7.11

Líbreme Dios de ser como tú...

Líbreme de querer que todos los demás bailen al son que yo impongo; líbreme Dios de actuar como un niño caprichoso que sólo disfruta rompiendo los juguetes que un día le regalaron con toda la ilusión del mundo...

Líbreme Dios de buscar culpas en los demás... Líbreme Dios de ver culpables y causas de mis propios errores, cuando son propios... Líbreme Dios de querer hacer mi voluntad en cada momento sin aceptar opiniones ajenas...

Líbreme Dios de ser como tú... y quiera Dios o el Destino, que algún día te des cuenta del daño que hiciste...

Déjame entrar...


Avanzo con miedo, con vacilación. El frío me recorre, y mis brazos tratan de hacer entrar en calor a mi cuerpo con fricciones ininterrumpidas.

Llego a la primera puerta, de color rojo.
He visto moverse las cortinas, he oído ruidos en el interior. Tras la mirilla, uno ojo me observa.

"Déjame entrar...", imploro.

Pero nada...

La segunda tiene un controvertido color ámbar, más cercano al naranja que al amarillo. Rozo la puerta con mis dedos, pero ésta apenas se entreabre, el espacio que deja la cadena de seguridad.

"Déjame entrar...", imploro a su morador.
"Lo siento, no tengo espacio", me dice.
Y la puerta se cierra con miedo

.La tercera puerta, es de color amarillo. Me recuerda al Sol, tal vez por el calor que siento en mi pecho. Un calor que, más que calentarme, me asusta, pues casi quema. Un calor que me atenaza.La puerta me resulta conocida. Tras ella, descansaré. Pero sé que me equivoco...

Llamo, la puerta se abre. Una sonrisa cargada de simple formalidad en la que no se percibe calidez.
"Déjame entrar...", imploro.
"No tengo espacio para tí. Vuelve por dónde has venido".
"Una vez, te acogí en mi casa".
Nueva sonrisa de conmiseración: "Ya ves, yo no quiero acogerte. No me haces falta aquí... Estás mejor fuera".

La puerta se cierra en mis narices, hasta casi rozar mi cara. El estruendo que ha hecho, ha hecho tambalear los cimientos de mi alma, hasta casi perder la esperanza en la bondad humana.Esperanza que parece querer perderse en el color verde de la cuarta y última puerta.

Mis fuerzas se pierden, mis ojos se nublan. Tras la cortina de lágrimas y bajo el paraguas de mis pestañas, una luz.No hace falta que implore... No hace falta que llame... La puerta se ha abierto antes de llegar y, bajo su dintel, unos ojos que me miran embobados, unos brazos que se abren para acogerme, una sonrisa que me recibe bondadosa.

"Pasa, te estaba esperando".

He llegado a casa...

Puertas... Decisiones... Elecciones... Nunca sabes lo que vas a encontrarte detrás de cada una de ellas, pero, si no las abres, nunca sabrás lo que el destino te depara en cada recodo...