29.11.11

Ojalá...

Ojalá pueda decirte dentro de no demasiado tiempo que lo hemos conseguido...

Ojalá pudiera decirte que mi logro es tuyo...

Ojalá pueda decirte de aquí a pocos días que una parte de nuestro sueño se ha convertido en una realidad, que nos faltan pocos pasos para llegar a la meta; que el último esfuerzo está cercano...

Un pasito, dos, tres... Camino sobre estas dificultades que sólo tú has vivido en primera persona. Tú has visto mis frustraciones, mis alegrías, mis llantos... ¿Por qué he llorado? Tal vez de impotencia, al ser algo que sólo depende de mí en un 50%; o más bien en un 80%, que es mi esfuerzo. El otro 20%, es simple azar, suerte o como lo queramos llamar.

Pero no te fuíste... Seguiste ahí, dándome tu abrazo cuando lo necesitaba (bueno, a veces tenía que pedírtelo, por esa cualidad tan tuya de no darte cuenta de las cosas :P; ese despiste tan infantil que me hace recordarte justo tal como nos conocimos, hace de eso más de 20 años). ¿Recuerdas? Aún me parece un sueño; es casi como el guión de una película: nos conocimos en el patio del colegio, fuimos amigos, anduvimos perdidos (bueno, yo más que tú, para qué voy a negarlo); y en un recodo del camino, nos encontramos, y vimos que no podíamos estar el uno sin el otro. Y de eso, hace ya casi siete años...

Siete años que pronto, antes de lo que creemos, culminarán en una meta, por nosotros tan ansiada y, quizás, demasiado irreal e incluso utópica para los que nos rodean. Pero va a suceder....

Pase lo que pase, hay una sola cosa que sé con certeza: que ya no me imagino la vida sin tí. Puedo ver el futuro que quiero tener, los sitios que quiero visitar, las metas que quiero alcanzar... y todas son contigo a mi lado...

GRACIAS POR ESTAR CONMIGO.

12.7.11

Líbreme Dios de ser como tú...

Líbreme de querer que todos los demás bailen al son que yo impongo; líbreme Dios de actuar como un niño caprichoso que sólo disfruta rompiendo los juguetes que un día le regalaron con toda la ilusión del mundo...

Líbreme Dios de buscar culpas en los demás... Líbreme Dios de ver culpables y causas de mis propios errores, cuando son propios... Líbreme Dios de querer hacer mi voluntad en cada momento sin aceptar opiniones ajenas...

Líbreme Dios de ser como tú... y quiera Dios o el Destino, que algún día te des cuenta del daño que hiciste...

Déjame entrar...


Avanzo con miedo, con vacilación. El frío me recorre, y mis brazos tratan de hacer entrar en calor a mi cuerpo con fricciones ininterrumpidas.

Llego a la primera puerta, de color rojo.
He visto moverse las cortinas, he oído ruidos en el interior. Tras la mirilla, uno ojo me observa.

"Déjame entrar...", imploro.

Pero nada...

La segunda tiene un controvertido color ámbar, más cercano al naranja que al amarillo. Rozo la puerta con mis dedos, pero ésta apenas se entreabre, el espacio que deja la cadena de seguridad.

"Déjame entrar...", imploro a su morador.
"Lo siento, no tengo espacio", me dice.
Y la puerta se cierra con miedo

.La tercera puerta, es de color amarillo. Me recuerda al Sol, tal vez por el calor que siento en mi pecho. Un calor que, más que calentarme, me asusta, pues casi quema. Un calor que me atenaza.La puerta me resulta conocida. Tras ella, descansaré. Pero sé que me equivoco...

Llamo, la puerta se abre. Una sonrisa cargada de simple formalidad en la que no se percibe calidez.
"Déjame entrar...", imploro.
"No tengo espacio para tí. Vuelve por dónde has venido".
"Una vez, te acogí en mi casa".
Nueva sonrisa de conmiseración: "Ya ves, yo no quiero acogerte. No me haces falta aquí... Estás mejor fuera".

La puerta se cierra en mis narices, hasta casi rozar mi cara. El estruendo que ha hecho, ha hecho tambalear los cimientos de mi alma, hasta casi perder la esperanza en la bondad humana.Esperanza que parece querer perderse en el color verde de la cuarta y última puerta.

Mis fuerzas se pierden, mis ojos se nublan. Tras la cortina de lágrimas y bajo el paraguas de mis pestañas, una luz.No hace falta que implore... No hace falta que llame... La puerta se ha abierto antes de llegar y, bajo su dintel, unos ojos que me miran embobados, unos brazos que se abren para acogerme, una sonrisa que me recibe bondadosa.

"Pasa, te estaba esperando".

He llegado a casa...

Puertas... Decisiones... Elecciones... Nunca sabes lo que vas a encontrarte detrás de cada una de ellas, pero, si no las abres, nunca sabrás lo que el destino te depara en cada recodo...

10.6.11

A la espera del 3, mi última etapa con el 2...

Este domingo, me encontraré ya más cerca de esa etapa de mi vida en que dejo atrás los felices años 20 para adentrarme en los 30. Cambio el 28 por el 29, estando tan sólo a un paso de comenzar ese período que, de niña, veía tan lejano y en el que sólo encuadraba a mis padres y a las personas mayores. ¿Significa esto que me hago mayor? ¿Que soy mayor? ¿Que es la edad y no el paso del tiempo en sí mismo lo que nos otorga la situación de eminencia sobre lo que algunos consideran juventud y otros simple inconsciencia? Creo que no...

El tiempo es un maestro sabio que me ha ayudado a darme cuenta de ciertas cosas, a no forzar los acontecimientos, y a tratar de mantener en mi vida a aquellos que me aportan algo; no a los que me aportan únicamente alegrías, pues entonces pecaría de oportunista, sino en aquellos que comparten conmigo las luces y sombras de su vida.

También es importante para mí que las personas que quiero compartan para mí una fecha como ésta que, seguramente, será la última que celebre como soltera. Este fin de semana, estarán los que son, aunque es verdad que echaré en falta a mis niños porteños, a mis cordobesas, a mis informáticos y a aquellos que se fueron de España en pos de un sueño o en pos de mejorar una situación que, ya de por sí, es insostenible...

Por eso, a los que este fin de semana estaréis conmigo, os doy las gracias de corazón. Gracias por compartir esta nueva etapa de mi vida, que empieza este domingo, y a despedir la antigua, que termina el mismo día...

16.4.11

¿Qué es la popularidad?

La popularidad es la gloria en calderilla, según decía Victor Hugo. Aquella enfermedad del alma por medio de la cual queremos ser el centro de atención sin darnos cuenta de que paulatinamente se convierte en nuestro objetivo.

La popularidad es la enfermedad de la falta de confianza en uno mismo, es el deseo de ser aceptado, no tanto por lo que somos, sino por lo que hacemos.

La popularidad, es el camino hacia la soberbia, hacia ese punto en que nuestras metas y méritos propios se tornan en castillos de arena que no podemos percibir pero que, sin embargo, están ahí. En el momento en que situamos el propio interés por encima del crecimiento personal, en el momento en que vemos la mota en el ojo ajeno sin ver la viga en el nuestro; sólo en ese momento, en que nos parece que todo lo que hacemos está bien y lo que hacen los demás contrario a lo que pensamos (o a los resultados que nos hubiera gustado obtener), está mal. Sólo en ese momento, sabremos verdaderamente que padecemos la terrible enfermedad de la soberbia, de la autosuficiencia, de la altivez.

No pequemos de soberbios. Conformémonos con ser gentes sencillas, que prefieren disfrutar de los pequeños momentos de la vida.

¿Hace cuánto no contemplas un amanecer? Pero no un amanecer tras una noche de fiesta, sino una contemplación de la salida del sol, dibujando figuras sobre la superficie del mar. Un guiño a la nueva mañana, a la nueva vida...

Contentémonos con la sencillez, contentémonos con ser recordados por lo que fuímos y no por lo que hicimos para agradar a los demás. Contentémonos con ser recordados en el corazón de las personas por ser buenos, por ser humildes, no por ser altivos.

Conformémonos con ser nosotros mismos, siendo unos con la Naturaleza, esa gran desconocida que parece querer decirnos algo con sus actos.