Una luz rojiza nos saludaba a través de las ventanas de esa casita situada en el Rincón de la Victoria; las puertas y ventanas permanecían cerradas, pero sentíamos que en su interior se cocía algo. Algo MUY GORDO, ENORME, DESPROPORCIONADO...
Y no nos equivocáb
amos...
Al entrar, una maceta, agujereada magistralmente, giraba con la fuerza motriz que le otorgaba un ventilador dotado de una bombilla. Múltiples puntitos de luz multicolores, nos envolvieron, pareciendo que estábamos en una auténtica discoteca (alguno dijo que en un
"puti-club", pero ésas eran palabras mayores). En el centro, una
"bola" de discoteca, hecha con papel de aluminio, se unía a las atmósfera más retro que ofrecían las guirnaldas de colores.
Entonces, comenzó el desfile...
Primero, fue
Angus, de
ACDC, en saltar a la palestra, como si hubiera huído a toda prisa del colegio, con sus pantalones cortos, y su gorra de demonio. Un Angus que, con el correr de la noche, se transformaría en un
Andrés Calamaro que todo lo podía. Y es que nadie, ni siquiera su guitarra, podía con él...
Fue la noche de
Marisol, que llegó saltando, bailando, en medio de una nube multicolor de inocencia y piernas peludas. Buscaba su caballito, aquel caba
llo que le regaló su abuelo imaginario. Así que, escapó de la mano de
su Padre (el personaje protagonista de
"Amar en Tiempos Revueltos"), para ir en su busca.
Pero no contaba con que el
"caballo" había sido asaltado por una
panda de hippies que habían agotado su mercancía. El humo, el buen rollo, los colores y frases que invitaban a la paz (y al noble arte del emporramiento), llegaron con todos ellos. En número de
cuatro (para ser
vageena), evocando a aquel que ha de estar en todo sarao y que siempre estará presente:
QUATTRO VAGEENA!!!
Iván y su acompa
ñante pusieron el toque de
Bonny M, el primero con un impresionante pelucón, al más propio estilo del
11811, aunque se fueron pronto.
Pero su ausencia, no obstó a la llegada de una
camarera que nos deleitó en la gran pantalla y que, pese a no contar con el protagonismo de
Olivia Newton-John, llenó por completo la barra del bar más carismático de
"Grease".
Junto a ella, el mafioso más mafioso de los años ochenta, llegado directamente desde las Vegas para advertirnos que su jefe no las tenía todas consigo, que debíamos de rendirle cuentas de la única forma que sabíamos: en especias, carne y alcohol.
Pero contábamos con la fuerza de
Tony Manero (
"Fiebre del Sábado Noche") y
Danny Zuko (
"Grease"), reflejos de un mismo personaje en diferentes épocas. Llegaron pisando fuerte, bailando como sólo ellos saben hacerlo, edificando una improvisada pista de baile en un salón que comenzaba a animarse por momentos. Tanto, que hicieron gala de su elasticidad con una partida al Twister llena de auténticas maniobras contorsionistas.
Y es que las piruletas servidas por el magnífico anfitrión, disfrazado con un disfraz que mostraba el estilo
propio de
Michael Jackson a principios de los ochenta, supo ganarse el cariño de todos, con posturas imposibles.
Pero no olvidemos el post español, representados por un matrimonio de excepción:
Alaska y su esposo
Mario Vaquerizo, el cual,olvidando su afición por ACDC y el rock internacional, optó por mostrar en su cuerpo a otro grupo mítico; y sus cabellos flotaron al viento... Supo estar a la altura, pues es el indiscutible líder de las
"Barbies Rubias".
Y mítica fue la noche, míticos los momentos, mítico el grupo...
Y yo pregunto, ¿para cuándo la próxima?