6.5.10

Hasta que volvamos a vernos, tito...

Hay veces en que la vida te da un revés, un golpe que no has previsto y que ni tan siquiera se te pasaba por la cabeza...
Casualidades nefastas que hace que te topes de cara con la realidad y que empieces a pensar en la fugacidad de la vida y en que la única cosa cierta que existe no es otra que la Muerte... La Muerte nos llega a todos, antes o después. Quizás, a algunos les llega antes que a otros, en un momento en que no se lo merecían o que, bajo nuestro punto de vista, no les tocaba. Aunque todos sabemos que un día llegará, nadie la espera...
El final de todo, el principio de algo...
Soy creyente, lo admito, pero en estos momentos se me hace muy difícil pensar en la promesa de una nueva vida en el más allá como una justificación a este fatídico desenlace. Porque pienso que en ocasiones Dios no es justo, a pesar de que se diga que los males los manda, no a quién se los merece, sino a quien los sabe llevar.
No lo entiendo... En este caso, no lo entiendo, sinceramente...
Un día estaba bien, y al otro... tan sólo es pasto de la tierra...
Una persona a la que quería con toda mi alma, alguien que siempre había estado ahí, con la mejor de sus sonrisas, siendo el punto de apoyo de toda su gente y que, en estos últimos años, estaba comenzando a vivir la vida que le correspondía y se merecía: cuidando de sus nietos, viajando, disfrutando de una juventud que no tuvo... Hasta el miércoles...
Una revisión médica que, en menos de 24 horas, culminó en una muerte que no era anunciada...
Aún no lo concibo... No lo asumo... No lo creo...
Todo esto no es más que un mal sueño del que estoy a punto de despertar y, cuando vuelva a abrir los ojos, mi tío seguirá allí, con su sonrisa, sus ojillos risueños, su templanza...
Pero no es así...
Ya no vendrá más... Ya no lo volveré a ver, salvo con los ojos del alma... No te olvidaré, nunca.
Hasta que volvamos a vernos, tito...

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