Ya hace bastante tiempo que, ante la imposibilidad actual de convertirme en "tita" por parte de mi cuñado y de mi hermano, decidí "adoptar" a los hijos de mis primos. De hecho, según la genealogía, los hijos de mis primos se considerarían, en cuanto a mí misma, como "sobrinos de primos hermanos". Es decir, que se considerarían mis sobrinos, casi por defecto.
Ya hace algún tiempo, el pequeño Hugo llegó a mi vida, precisamente en un momento en el que, lo que más necesitaba, era volcar ese amor que guardaba en una personita que, aunque pequeña, llenaba una parcela de mi vida muy importante. De hecho, Hugo, a día de hoy, me llama "tita"; a sus cuatro años, sabe que no lo soy, pero él prefiere llamarme así. Por una parte, porque le resulta más fácil; por el otro, quizás, por un cierto y estrecho parecido que guardo con sus titas reales (Maribel y Lydia, mis primas), con las que me parezco en algo más que en los ojos.
Sin embargo, este lunes, día 28 de septiembre, viví una de las experiencias más bonitas de mi vida: el nacimiento de Samuel.
Samuel, con apenas dos días de vida, se ha convertido en el centro de nuestras vidas, con esa silenciosa presencia suya que todo lo llena y con ese candor que tan sólo son capaces de transmitir los recién nacidos.
Lo conocí a la media hora de haber salido del claustro materno (el de mi prima Lydia); y, desde el primer momento, una intensa emoción me embargó. Al verlo tan pequeñito, tan perfecto, con sus ojos ya abiertos, inspeccionando el mundo a su alrededor, y acomodado en el pecho protector de su orgullosa mamá.
Le cogí suavemente una de sus manitas y le conté los deditos, para ver si faltaba alguno, tal vez embargada por esa emoción que embarga a toda mujer cuando una nueva vida ve la luz en este mundo. Y emocionada, asimismo, por ver a mi prima, aún cansada y sudorosa, pero feliz y contenta por tener a su pequeño por fin en los brazos.
Me miró y le dijo al bebé:
"Aquí tienes a la tita Mavi, que te quiere casi tanto como yo..."
Se me saltaron las lágrimas.
Lydia y yo nos hemos criado juntas, tenemos una relación más de hermanas que de primas y sabía que lo que estaba diciendo, lo decía de corazón.
Ayer, pasamos un largo rato hablando, las dos juntas, del pequeño Samuel, que reposaba junto a su madre, que lo contemplaba embelesada.
Y es que Samuel... es ya uno más de la familia.
Bienvenido al mundo, pequeñín.
Ya hace algún tiempo, el pequeño Hugo llegó a mi vida, precisamente en un momento en el que, lo que más necesitaba, era volcar ese amor que guardaba en una personita que, aunque pequeña, llenaba una parcela de mi vida muy importante. De hecho, Hugo, a día de hoy, me llama "tita"; a sus cuatro años, sabe que no lo soy, pero él prefiere llamarme así. Por una parte, porque le resulta más fácil; por el otro, quizás, por un cierto y estrecho parecido que guardo con sus titas reales (Maribel y Lydia, mis primas), con las que me parezco en algo más que en los ojos.
Sin embargo, este lunes, día 28 de septiembre, viví una de las experiencias más bonitas de mi vida: el nacimiento de Samuel.
Samuel, con apenas dos días de vida, se ha convertido en el centro de nuestras vidas, con esa silenciosa presencia suya que todo lo llena y con ese candor que tan sólo son capaces de transmitir los recién nacidos.
Lo conocí a la media hora de haber salido del claustro materno (el de mi prima Lydia); y, desde el primer momento, una intensa emoción me embargó. Al verlo tan pequeñito, tan perfecto, con sus ojos ya abiertos, inspeccionando el mundo a su alrededor, y acomodado en el pecho protector de su orgullosa mamá.
Le cogí suavemente una de sus manitas y le conté los deditos, para ver si faltaba alguno, tal vez embargada por esa emoción que embarga a toda mujer cuando una nueva vida ve la luz en este mundo. Y emocionada, asimismo, por ver a mi prima, aún cansada y sudorosa, pero feliz y contenta por tener a su pequeño por fin en los brazos.
Me miró y le dijo al bebé:
"Aquí tienes a la tita Mavi, que te quiere casi tanto como yo..."
Se me saltaron las lágrimas.
Lydia y yo nos hemos criado juntas, tenemos una relación más de hermanas que de primas y sabía que lo que estaba diciendo, lo decía de corazón.
Ayer, pasamos un largo rato hablando, las dos juntas, del pequeño Samuel, que reposaba junto a su madre, que lo contemplaba embelesada.
Y es que Samuel... es ya uno más de la familia.
Bienvenido al mundo, pequeñín.