NOTA: Redactado por Diego (alias Djinn) y publicado por Mavichi, mientras el genial Djinn se encuentra de crucero por el Mediterráneo (qué cara tiene!!)
El 3º en caer, y ya quedan menos...
La batalla había sido dura, pero había merecido la pena. Dahila, una soldado de la sección de caballería, acariciaba la crin a su corcel Destello, blanco como las nubes y de cabellos dorados como el oro. Algunos decían incluso que este animal era descendiente de un unicorno, por su celestial aspecto y otros decían que su belleza se debía a la estricta alimentación de su cuidadora y a sus excelentes cuidados. Eran como uña y carne, y eso se notaba en el campo de combate, donde ambos parecían saber que era lo que el otro esperaba que hiciera. La rapidez de Destello era aprovechada por el gran virtuosismo de Dahila, que, pese a no demostrar una gran fuerza, era muy efectiva con su lanza: certera y letal. Sin embargo, la guerra no era lo que más les gustaba. Preferían correr entre los bastos campos de su tierra natal, desafiando al viento, en una lucha por ver cuál de los dos cedería antes. Dahila recuerda esta sensación y se siente más cerca de su Destello. El día en que la familia de Dahila murió por un asedio, decidió que jamás se separaría de su leal compañero, y así ha sido.
El día en que los ejércitos del Rey Koh vencieron en la batalla de Valdher, Dahila se encontraba entre sus filas, siempre dispuesta a servir a su rey, que le dio la oportunidad de unirse a él. Esa noche, tras concluir el funeral a los caídos, los varones se dispusieron a celebrar un gran banquete para celebrar tan dura conquista, que abriría las puertas del reino de Anark. Por su parte, las pocas mujeres del ejército se retiraban a sus tiendas, aunque algunas, tachadas de indecentes, se incorporaban a los festejos. Dahila aprovechaba estos momentos para dar un paseo con Destello. Cuando se disponía a abandonar el campamento, Louis, el encargado de los abastecimientos de los almacenes, ordenó a Dahila quedarse al cuidado de los alimentos que se consumirían en el próximo viaje. Dahila aceptó de mala gana, pues no quería dejar solo a Destello, aunque tuvo que hacerlo. Mientras Louis lo ataba al tronco de un árbol, la soldado entraba en el almacén. Allí pudo observar, sobre todo, barriles llenos de agua y forraje para alimentar a los caballos. En un saco pudo reconocer el alimento que daba a Destello, concedido por el propio Rey Koh, al que admiraba. Pese a sus obligaciones, Dahila quería salir de allí para estar junto a Destello y no romper su promesa. Así que, cuando vio que Louis se incorporaba de nuevo a los festejos para aumentar su embriaguez, Dahila corrió hacia su amigo, lo liberó y ambos salieron galopando por aquellos vastos campos, entre el frío de la noche y la soledad, mitigada por la luz de la luna llena. Dahila se abrazaba al cuello de su montura. Sentía que él le comprendía. Horas más tarde volvió al campamento y decidió volver al puesto que le habían encargado, sin separarse de Destello. Cuando entró comprobó asustada que un pequeño mugg estaba acabando con los alimentos. Dahila espantó como pudo a la pequeña criatura, que salió lanzando gritos indescriptibles. Aún sobresaltada, Dahila comprobó los desperfectos ocasionados y enmudeció al ver que aquel engendro había acabado con las reservas de col de Bruselas con la que alimentaba a Destello. Se sintió profundamente culpable, pero tuvo que sufrir los reproches de sus superiores. Los siguientes días Destello fue alimentado con el forraje del resto de los caballos, pero su brillantez, fuerza y hermosura se fueron apagando con el paso de los días hasta que, una semana más tarde falleció. Dahila, hundida, lloró su muerte durante días.
Destello fue el tercero en caer, y cada vez quedaban menos...