11.1.08

Luis II de Baviera: Primeros años del "Rey Loco"

Como ya anticipé hace algún tiempo, mi siguiente personaje histórico a destacar en este blog no es otro que el primo de la mítica Sissí: Luis II de Baviera, conocido en la historia con el sobrenombre de "Loco Luis" o "Rey Loco", a causa de una serie de excentricidades que aún a día de hoy no tienen una explicación lógica.

El que fuese coronado con el nombre de Luis II, nació en el año 1845, en la localidad de Nymphenburg (hoy parte de München/Munich ), hijo del rey Maximiliano II de Baviera y de la princesa María de Prusia. A causa de su rango de heredero, fue consentido inusitadamente en algunos aspectos, pero severamente controlado por sus preceptores y sujeto a un estricto regimen de estudio y ejercicios. Aun así, en el seno de su esmerada educación, hubo por su parte una especial inclinación por el arte (es especial, la música, la escultura, la poesía y la arquitectura). Dicha inclinación le venía de familia, ya que tanto su padre como su abuelo Luis I, eran profundos amantes del arte y la belleza, siendo grandes defensores de tales artes en su tiempo, así como también aprendices de poetas.

En 1848, nació su único hermano, Otto (N.A.: Con su hermano Luis, en el retrato que adjunto), y ese mismo año, su abuelo Luis I abdicó en favor de su padre. La razón: un lío de faldas, pues se puso en entredicho el honor de los Wittelsbach al haber sido sorprendido manteniendo una relación extramatrimonial con una bailarina, de nombre Lola Cortez. Fue a partir de este momento, cuando comenzó la educación del pequeño Luis, como correspondía a un futuro rey. Y también fue en ese momento cuando su madre, María de Prusia, dejó de prestarle atención, al considerar que un futuro rey debía de mostrar un carácter fuerte y enérgico, sin ninguna nota de sentimentalismo o debilidad.

Pero quizás fues esta la razón por la cual el pequeño Luis, a medida que iba creciendo, se volvía más tímido, retraído y soñador. A veces, llegaba a confundir su mundo de sueños con la realidad, momentos en que era severamente reprendido por sus preceptores. No obstante, ya en este época comenzaron a evidenciarse ciertos síntomas de locura en el pequeño príncipe; o más bien, de ira desenfrenada. Prueba de ello, el intento de ahorcamiento de su hermano pequeño, Otto, por medio de un pañuelo, a causa de una rabieta (N.A.: Cuando leí esto, me quedé pasmada).

No obstante, la fecha más importante para él no sería otra que el 25 de agosto de 1861, año en el que se produjo su primer encuentro con la obra del (a mi entender) controvertido compositor Richard Wagner (al que a lo mejor, también dedico algún post). Particularmente, se trataba de la obra "Lohengrin", quedando tan sumamente fascinado con la obra que, a partir de entonces, su pasión wagneriana no conoció límites, rayando los límites de la obsesión. Y es que las obras de Wagner parecían cubrir las ensoñaciones de aquel príncipe de apariencia perturbadora: con 18 años, Luis era un joven príncipe de alma enfermiza, con una imaginación asombrosa, alto, pálido, con un espíritu melancólico, volcado en sus delirios.

Fueron estos atributos los que, a partir de esta fecha, le valieron por parte del pueblo el sobrenombre de "Rey Loco".

Cuando murió su padre y ascendió al trono, aquel joven que había cautivado con su presencia esbelta y hermosa a su pueblo el día de su coronación, realizó la primera de una larga lista de excéntricidades que parecían no tener fin: llamar a Wagner a la corte, instalándolo en una cara villa (más bien, palacio), cercano al castillo de Berg, donde Luis había dispuesto el traslado de la Corte, a los pocos meses de su coronación. Cada día, iba a ver al "Maestro" (N.A.: Así lo calificaba Luis, no yo), para que le contase los pormenores de sus nuevas creaciones y satisfaciese sus grandes ensoñaciones; le confió el desarrollo de los teatros, del arte de la música, de la ópera... creyendo que en sus manos el futuro artístico y cultural del reino estaría asegurado. Tal era su gran pasión por Wagner...

Pero, en medio de su ensoñación, comenzó a concederle hasta los más nimios caprichos, gastándose enormes sumas de dinero de las arcas del reino en procurar el bienestar y la satisfacción de aquel ingrato compositor, más preocupado por su comodidad y solvencia económica que por el cultivo del arte de la música...

Hasta aquí, el primer capítulo de la vida de Luis II. En el próximo capítulo:

"Sofía: crónica de un compromiso truncado"

2 comentarios:

Diego dijo...

En esta familia estaban todos bien servidos parece.

Y hablando de Wagner: pocas cosas hay más disparatadas que los caprichos de un músico consentido :)

Nazaret Rebram dijo...

¿Por qué creeis que los médicos no quieren matrimonios entre parientes cercanos? Eso es lo bueno de meter plebeyos en las familias reales: Limpian la sangre, como el mistol a los platos.

Los músicos suelen ser muy maniaticos y al final de sus días, independiente de la artrosis, se convierten en personas obsesivas