6.3.08

Sofía: Crónica de un compromiso truncado


NOTA:
Sí, sé que he tardado bastante en seguir con la historia de Luis II de Baviera,pero es que últimamente apenas tengo tiempo para nada :P Comencemos...

Todo rey que se precie debe asegurar la continuidad de la línea sucesoria, la continuidad de su sangre, la continuidad de una estirpe, de un eslabón de rangio abolengo. Y Luis II no era una excepción...

A raíz de su coronación, la sociedad de la época comenzó a especular en torno a las posibles novias que podrían acceder al trono de Baviera. No obstante, no parecían conocérsele demasiadas aventuras amorosas al joven rey de Baviera, más centrado en cultivar su creciente "amistad" con Wagner que en tratar de perpetuar su linaje.

Fue entonces cuando comenzaron a circular rumores en torno a la excéntrica personalidad del monarca y en cuanto a sus "amistades masculinas", que solían sobrepasar las buenas maneras de la educación de la época y llevaban a cabo una serie de actitudes consideradas como "tabú" en una sociedad en la que la misma sexualidad se veía reprimida hasta la más mínima expresión. Quizás agobiado por la constante rumorología en torno a su persona, o quizás aconsejado por su madre (María de Prusia) y su confesor, Luis decidió, por fin, llevar a cabo la elección de una princesa que, por medio del matrimonio, llegaría a ser considerada como Reina consorte de Baviera.

La elección recayó en la joven Sofía Carlota de Baviera, hija de los duques Maximiliano y Ludovica de Baviera y hermana menor de la joven emperatriz de Austria Isabel/Sissí. Cuentan las malas lenguas que Luis, enamorado de su prima Sissí (aunque era siete años mayor que él), se dejó aconsejar por ella a la hora de elegir a su futura esposa; hay quien dice también que la elección fue inducida por el emperador Franz Joseph.

El caso es que ambos jóvenes se comprometieron, para contento de sus súbditos. Y no era para menos: se trataba de una pareja joven, atractiva, llena de encanto, los dos cultos, sensibles y de naturaleza romántica. A través de sus ojos y sus gestos, daban la imagen de una pareja enamorada, cómplice, cuyo único objetivo era unirse en pos de lograr el bienestar de sus súbditos y de dar un heredero a la corona.

Pero a veces la realidad es otra...


Luis parecía cansarse rápidamente de la presencia de Sofía, a quien consideraba la causa de su distanciamiento con Wagner; jamás la llamaba ni se dirigía a ella por su nombre, sino que la nombraba como "Elsa", heroína de la ópera de Wagner ("Lohengrin"). Llegó a considerar a su prometida como un ser imaginario, no como una persona de carne y hueso que tan sólo quería estar a su lado. Además, Luis no se decidía a fijar una fecha para la celebración del enlace nupcial; ni tan siquiera tenía intención de hacerlo. Sofía, desesperada, pidió ayuda a su padre y a su hermana, la mismísima emperatriz de Austria, para que intercedieran por ella ante Luis y le conminasen a determinar la fecha del matrimonio.

Por toda respuesta, Luis le envió una "cariñosa" carta a su prima en la que le hacía saber que, desde aquel momento, rompía cualquier compromiso existente con ella y le animaba a buscar la felicidad.

Éste fue el peor golpe que pudo recibir la joven princesa de Baviera, pues a partir de aquí, toda su vida se vio marcada por la espiral de las aventuras amorosas sin fundamento, la locura y las enfermedades (años después, se determinó que tales comportamientos se debieron a taras congénitas que incidieron en el comportamiento de Sofía y que compartieron todos sus hermanos y parientes, denominadas popularmente como el "mal o locura de los Wittelsbach").

Sofía jamás pudo encontrar la felicidad...

Tras la ruptura del compromiso matrimonial con Luis II, tuvo una aventura amorosa con un fotógrafo llamado Edgar Hanfstaengl, aunque no llegó a buen puerto. Años después, y ante la imposibilidad de ver a su hija convertida en reina de Baviera, su madre, Ludovica, contrariada, fijó su compromiso matrimonial con Fernando de Orleans, duque de Alençon, celebrándose el matrimonio en septiembre de 1868 (de esta unión, nacieron dos niños).

No obstante, la joven princesa palidecía y caía en un estado de depresión del que jamás llegó a recobrarse, pese a los cuidados que sobre ella volcaron tanto su abnegado esposo como el resto de su familia, especialmente su hermana María, reina consorte de las Dos Sicilias, la cual la invitó a pasar largas temporadas en su residencia, confiando en que, quizás, el clima del Mediterráneo ayudaría a mejorar la salud de su hermana menor. Pero ello no contribuyó en nada a mejorar su estado, puesto que sufrió un empeoramiento.

Quizás fuese debido a que fue en esta época cuando conoció al dr. Glaser de Graz, con quien vivió una tórrida aventura amorosa, hasta el punto de que ambos llegaron a fugarse con rumbo desconocido. Hasta que fueron descubiertos y separados para siempre...

Sofía fue internada en una clínica de salud mental, dictaminándose que aquellos aparentes estados de locura habían sido motivados por una infección provocada por la escarlatina. Cabe señalar que su esposo legítimo, Fernando de Orleans, cuidó con ella con abenagada entrega, perdonándole sus desplantes y sus aventuras (y es que Fernando llegó a amarla entrañablemente).

Una vez salió de la clínica, Sofía dedicó el resto de su vida a las obras de caridad, hasta que llegó el fatídico 4 de mayo de 1897. Con motivo de una feria de caridad celebrada en París por las hermanas Dominicas, se proyectó una película de los hermanos Lumiére, cuyo material era altamente inflamable. Se produjo un fallo técnico y las llamas comenzaron a invadir todo el edificio.

Caos, empujones, gritos... Todos conminaron a Sofía a abandonar el edificio pero ella, con una entereza admirable, prefirió quedarse para ayudar a escapar de aquel mar de llamas a unos muchachos que habían quedado atrapados (y que, finalmente, consiguieron huir); en medio de las llamas, y pese a que todo el mundo trataba de escapar del lugar, Sofía fue el único miembro de la aristocracia que permaneció allí para ayudar a aquellos que estaban impedidos o que tenían problemas para hacerlo. Los gritos que trataban de hacerle entrar en razón eran cada vez más insistentes, hasta que ella dijo aquellas míticas palabras que hoy son ya parte de la historia:


"Mi rango me hizo entrar la primera, pero ahora saldré la última..."


Sofía de Baviera murió carbonizada, siendo reconocido su cadáver por los dientes.

Cuenta la leyenda que, años antes de su muerte, su primo Luis II, cuando murió, se le apareció en sueños tanto a ella como a su hermana Sissí, anunciándoles que ambas tendrían una muerte trágica.

Y así fue...

NOTA: Sé que me he extendido con la historia de Sofía, pero creo que también se merecía un hueco; máxime, cuando fue la prometida de Luis II y tuvo una vida tan desgraciada a raíz de su compromiso con el monarca.


Próximo capítulo:
Luis II, el constructor compulsivo.

2 comentarios:

Nazaret Rebram dijo...

¡Cómo para ser de esa familia! ¡Menudo culebrón! Gente más pallá que que pacá, anorexia, matrimonios de conveniencia (¿para qué me voy a extrañar?), amantes, hijos ilegítimos, muertes trágicas propias del programa Gente...

Bueno bicho, me alegro de que estés mejorcilla...

Diego dijo...

Parece que el pseudo-altruismo de la aristocracia ya dio algunos pestañazos con esta señorita... ¿tendrá algo que ver con la vena ecologista de Tita Cervera?

¿ein?