12.7.07

Los 21 Guerreros: Cuento 17


El 17º en caer, y ya quedaban menos...

El mago Voltier, al servicio del Rey Koh, era conocido por todos los reinos de la zona por su espléndido dominio de conjuros y hechizos. Sin embargo, lo que nadie sabía era que en uno de sus experimentos había llegado a crear vida: en concreto una pequeña criatura mugg, muy temida y repudiada por la gente normal. Desde hacía años la cuidaba y estudiaba en una estricta clausura. Hasta que llegó el día en que la criatura, a la que el mago llamó Brillitos, tomó conciencia de su situación y comenzó a anhelar su libertad.


El momento ansiado llegó con la batalla por las tierras de Valdher. Mientras todo el ejército se encontraba luchando, Brillitos aprovechó su soledad para escapar de una vez por todas de su cautiverio. Tras no pocos esfuerzos consiguió abrir la jaula en la que se encontraba y escapar por un ventanuco de la tienda del mago. Por fin era libre. Tras años de vivir como un parásito, comenzaría a disfrutar de la vida de forma absoluta. Durante horas brincó, correteó e intentó volar, pues hasta hoy nunca había podido hacer tantas cosas. Llegó hasta un río donde comenzó a jugar con las ranas, ignorantes de su condición monstruosa, con la mala suerte de resbalar al río. El agua fría le hacía daño y le costó mucho trabajo salir de tan peligrosa situación. No obstante salió a flote y se decidió por descansar en la copa de un árbol. Pese a esto era feliz. Más tarde, tras juguetear otro rato, notó que comenzaba a tener hambre, por lo que decidió buscar comida. Así llegó hasta el campamento de donde había escapado, siempre con cuidado de no ser visto por nadie, ya que tenía miedo de que el mago lo encontrara y castigara. Entre las sombras llegó a una curiosa habitación llena de paja. Aquello no le llamó mucho la atención, aunque sí un extraño manjar de color verde, brillante y a la vista muy apetitoso. Decidido se armó de valor y se comió tan suculento bocado. Pero la cena no tuvo un buen postre, ya que una muchacha entró en la tienda y, a patadas, lo echó del lugar. Se había llevado un buen susto y unos cuantos golpes... estaba dolorido y ahora sólo quería descansar. Ahora que no tenía lugar donde descansar tuvo que buscarse la vida, evitando siempre ser visto, lo que le mantenía en una angustiosa ansiedad. Exhausto llegó hasta un frío lugar del bosque, tras una piedra. Intentó encender un fuego para cobijarse, pero recordó que no sabía. Por fin se durmió, tembloroso, dolorido y hambriento. A mitad de la noche este martirio llegaría a su fin, puesto que un grupo de lobos lo despertó entre mordiscos de su sueño hasta acabar con su vida, de la que disfrutaba en plena libertad.

Brillitos fue el décimo séptimo en caer, y cada vez quedaban menos...

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