4.3.08

Clamor de trompetas y tambores

Ya sólo falta una semana para que la ciudad se inunde con el aroma del incienso, el azahar y la cera quemada; ya sólo falta una semana para que por las calles de Málaga vuelvan a sonar las trompetas y los tambores que dan paso a la Semana Grande de Málaga; ya sólo falta una semana para que todas las cofradías salgan a la calle para mostrarnos el esplendor de las imágenes que con tanto cariño han cuidado durante un año entero.


Estrenos, novedades, sensaciones...


Todo lo que pueda decir sobre esto es poco, más teniendo en cuenta que yo me muevo en la órbita de aquellos a los que se suele denominar cofrades (o "capillitas", si llegamos a la acepción más radical del término).

Es la emoción de escuchar el repiqueteo de las campanas para indicar que un trono se pone en marcha, es ver esas grandes naves surcando mares de gente que se agolpan en las calles para presenciar su paso imponente y majestuoso; es la impresión que te produce ver a esos Nazarenos que avanzan con el peso de la Cruz sobre sus hombros, esos Cristos aún agonizantes que penden del madero con sus miradas vueltas hacia el espectador, unas miradas llenas de humanidad y perdón; es ver a esas Vírgenes llenas de Dolor que entrelazan sus manos en un gesto de enorme patetismo o que las tienden al Cielo, pidiendo algo que realmente escapa a su control, pidiendo lo imposible.

Hay quienes, al pasar los Cristos y las Vírgenes por sus balcones, les susurran cosas al oído, le cuentan sus inquietudes, sus preocupaciones, pero también sus alegrías.

Hay quienes, lejos del bullicio de ver pasar las naves donde se aloja el Misterio de la Pasión, decide vivir su penitencia de otra forma: quizás andando en pos de un Cristo o una Virgen que avanza en medio de una muchedumbre, como si de un faro en medio de la oscuridad se tratase; o tal vez oculto tras un antifaz de nazareno penitente, en cuyos ojos se lee una oración silenciosa, haciendo de su mutismo la mejor penitencia y el mejor sacrificio que en estos tiempos que corren pueda ofrecerse.

Pero tras ese sentir que me invade, esa emoción de ver alzarse un trono y esa impresión que me produce escuchar los primeros acordes de una marcha procesional o del himno nacional, entiendo que hay gente que no le gusta la Semana Santa, por los motivos que sean. Ya sea por la supuesta parafernalia que montan algunas cofradías en torno a sus Sagrados Titulares, ya sea porque no apoyan semejante manifestación de la religión en la calle.

Apoyo a aquellos que opinan de este modo...

Pero os digo una cosa: no apoyo en nada ciertos comportamientos que el año pasado ví con más fuerza que en anteriores. Ver a niñatos que interrumpen el paso de una procesión con gritos, blasfemias e insultos para los que van en la procesión (eso lo ví el año pasado, a nuestro paso por el Mercado Central); ver a honorobles "caballeros" que, al paso de penitentes que van descalzos en pos de una promesa, tiran una colilla encendida a sus pies, haciendo que el penitente la pise y no dé muestras de dolor (y, posteriormente, se produce la risa del "caballero"); ver a "dignas matronas" que empiezan a hablar a voces al paso de un Cristo muerto que va en el catafalco, criticando a los nazarenos que no dan cera a sus pequeños porque se lo impiden las normas de una cofradía; ver a innumerables e inocentes pequeñuelos (y no tanto) que interrumpen el paso de la cofradía, que cruzan por la mitad de las mismas, que te pegan una patada en la espinilla (verídico y constatado) si no les das cera; ver a niñatos, juventud y no tan juventud, borracha, que se deja caer en medio del cortejo procesional, hablando a voces, criticando a los nazarenos, tirando sus bebidas alcohólicas, cristales, botellas, vasos de plástico y cualquier desecho al paso de la misma, con el consiguiente riesgo de resbalones o tropezones...

Son cosas que me llenan de pesar, pues sé lo que cuesta poner una cofradía en la calle, y sé que la mayor parte de los que salen lo hacen en pos de razones que escapan a un sentir social que no ve con buenos ojos la manifestación de cualquier forma de religión.

Esta Semana Santa, pensad en los que ocultan su rostro tras un antifaz, pensad en los que portan el trono sobre sus hombros, y respetadlos, pues ellos tan sólo se ocupan de ir en silencio, en pos de una promesa, musitando una oración. Y si no queréis verlo como manifestación de un sentir, vedlo como obras de arte que salen a la calle una vez al año para mostrarnos obras cumbre de la imaginería y la escultura.

Pido respeto por aquellos que hacen que una cofradía no sea una muestra que se pone en la calle un sólo día al año, sino que se mantenga durante todos los días, como conservación de unas obras de arte que provocan que en el interior de una mismo se muevan sensaciones que nunca creyó tener.

Pido respeto, porque, pese a que no a todos les gusta la Semana Santa, se puede convivir con ella sin tener que desmerecerla...


2 comentarios:

Diego dijo...

Los cafres y capullos sobran en todas las épocas del año.

Cheto dijo...

Ya te digo ... pero es verdad que la Semana Santa propicia una reunión de chusmilla que no veas.

Por desgracia, la proporción de chusmilla en la sociedad va en aumento, así que ... qué remedio. Mientras respeten y dejen a los demás en paz pues yasta.