Cuando...

Cierta vez, me dieron un consejo que a día de hoy me está sirviendo bastante: "cuando no tienes nada bueno que decir de alguien, mejor cállate".

Y es bien cierto...

A lo largo de mi vida, he conocido a personas de todo tipo, mejores y peores, y ha habido momentos en que me ha gustado reventar y decirles a la cara todo lo que pienso y siento, pues sus actos han llegado a herirme mucho más de lo que ellas podrían haberse imaginado por un momento. Cierto es que, cuando una cosa no me gusta, la digo, a pesar de que luego me pueda arrepentir (tras lo cual, siempre suelo pedir perdón); pero hay cosas que, por los motivos que sean, no se pueden (o mejor dicho, no se deben) decir, ya sea porque no sea el momento, o porque el interlocutor no esté preparado para escucuchar la verdadera naturaleza de las cosas. Especialmente, si éstas son contrarias a como él/ella cree.

Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que yo esté en posesión de la verdad absoluta, ya que lo que conocemos como "verdad" presenta un sinnúmero de acepciones subjetivas diferentes para cada individuo. Pero bien cierto es que, antes de decidir algo o de decir algo, pienso concienzudamente lo que voy a decir, o lo que voy a hacer (aunque mi mente a veces avanza a una velocidad vertiginosa); aunque por mi supuesto "don de palabra", siempre suele parecer que he tomado las decisiones o he pensado las cosas a la ligera. Nada más lejos de la realidad... Siempre valoro los pros y los contras de mis actuaciones y de mis comentarios; sobre todo, valoro si pueden hacer daño o no a alguien, en cuyo caso, me los callo. O, simplemente, me los reservo para una ocasión en que el interlocutor (o supuesto perjudicado) esté preparado para escuchar las palabras.

No obstante, siempre tengo presentes esas palabras que me dijo mi madre una vez y que considero cargadas de toda la razón del mundo:

"Si no tienes nada bueno que decir de una persona,
mejor cállate"

Y en algunos momentos pienso que calladita estoy más guapa... :P