21.8.07

Sissí: Las cadenas del deber


A día de hoy, el personaje de Elisabeth de Baviera, más popularmente conocida como "Sissí", aún sigue suscitando intereses más o menos contrapuestos; y es que en su figura, no sólo desde un punto de vista histórico, sino también psicológico, aunaron múltiples trastornos que, hoy en día, son objeto de estudio por parte de ciertas personas que se suelen denominar a sí mismos como "entendidos en la materia". Cierto es que ya en su día hice una breve reseña biográfica sobre ella, pero los recientes programas emitidos por cierta cadena de televisión nacional y por parte de un programa de sobremesa cuyo nombre no vamos a pronunciar, creo que es hora de retomar el hilo sobre esta mujer tan fascinante como controvertida.

Y es que los trastornos de los que siempre hizo gala (anorexia, bulimia, culto al cuerpo, obsesiones desmedidas, etc), no fueron más que un reflejo de un alma atormentada que, cual poeta romántico, ansiaba desembarazarse de la tan cruenta realidad que le había tocado vivir, siendo tales trastornos un simple reflejo de su impotencia y sus ansias de libertad.

Y la verdad, no era para menos...

Sissí, la dulce Sissí, aquella muchacha de finos rasgos que llegó a ser emperatriz y que en los cincuenta llegó a la gran pantalla de la mano del bello rostro de Romy Schneider, no tuvo una vida feliz, empezando desde la infancia.

Sus padres, Maximiliano de Baviera y Ludovica, se casaron por medio de un matrimonio concertado; y, si bien Ludovica acabó por darle a Maximiliano la friolera de nueve hijos y llegó a amarle entrañablemente, éste le dejó claro desde el primer momento que no estaba enamorado de ella. Prueba de ello fue que, desde antes del matrimonio, no dejó de tener incontables amantes, con las que tuvo varias hijas; es más, en su palacio de Posenhofen llegó a darse la siguiente situación: en tanto que Ludovica comía con sus hijos en el comedor principal del palacio, Maximiliano lo hacía en una habitación cercana con sus hijas ilegítimas. Tal hecho hubo de ser bastante traumático para Sissí, algo que, sin lugar a dudas, le haría replantearse sus opiniones sobre los hombres y el matrimonio.

Aun así, a los catorce años, la joven se enamoró de cierto caballero desconocido (hasta la fecha) que tuvo que partir hacia tierras lejanas, donde halló la muerte. Fue un duro golpe para la jovencísima princesa de Baviera; su primer amor, su primer desengaño, su primer dolor. La joven languidecía día tras día, sin que nadie pudiera devolver el color a sus mejillas. Fue entonces cuando su madre, Ludovica, le propuso realizar un viaje a Ischl, donde se celebrarían los esponsales de la hermana mayor de Sissí, Heléne (más conocida como Nené) con el emperador Franz Joseph de Austria; un matrimonio concertado junto con Sophie (hermana de Ludovica y, por tanto, tía de Sissí). La intención de Ludovica no era otra que la de posibilitar un futuro matrimonio entre su hija Sissí y Karl Ludwig, hermano del emperador y primero de la joven.

No obstante, las cosas (como bien sabemos) no fueron como ambas hermanas planearon.

Y fue debido a que las preferencias del emperador recayeron sobre la figura delicada y aniñada de la dulce Sissí. Verla y amarla fue todo uno, y casi al instante la pidió en matrimonio, algo que la joven aceptó encantada. No era para menos: ante ella, se escribía la primera página de un cuento de hadas del que toda Europa comenzaría hablar.

Pero, a pesar del amor de su esposo, Sissí se vio muy pronto sumida en la soledad ("jaula de oro, pero jaula al fin y al cabo"). Y es que, a pesar de que Francisco José (Franz Joseph) satisfacía hasta sus más nimios deseos, debía ocuparse del gobierno de un imperio; así, Sissí tan sólo contaba con la presencia de su suegra (y tía) Sophie de Baviera, que a partir del mismo momento de su boda comenzó a hacerle la vida imposible. En todo momento le dejó claro a la joven emperatriz que su única tarea era hacer de "mujer florero", de la acompañante perfecta del emperador en todos los actos públicos en los que se requiriese su presencia; y, sobre todo, la tarea de proporcionar un heredero a la corona. Al instante, Sissí fue consciente de su tarea: sólo era un simple "útero al servicio de la corona".

N.A.: Hasta aquí, la primera entrega de la fascinante Sissí. En la próxima entrega, "Sissí: Demasiado joven ¿para el dolor?".

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