10.8.07

Los 21 Guerreros: Cuento 21

El 21º en caer, y ya quedaban menos...

La batalla por las tierras de Valdher serían las que coronarían al Rey Koh como el soberano más poderoso a este lado del mar. Aunque a primera vista no parecía difícil de vencer, ya que estas tierras carecían de un ejército poderoso y de infraestructuras defensivas, lo cierto es que tenía que haber algo peligroso en este lugar, ya que eran muchos los ejércitos que habían caído ante este pueblo.

Pero el Rey Koh era consciente de ello. Por eso reunió a sus mejores hombres bajo el mando del general Arghem, sin duda el mejor de sus oficiales. Jamás habían perdido una batalla y, si cayera derrotado en alguna, el propio Rey Koh se rendiría como monarca y abdicaría. Koh era un rey sabio que sabía mucho de todos sus enemigos, debido a su dilatada experiencia.

Por fin llegó el día en que ordenó a su ejército atacar estas tierras. Él, por consejo de sus ministros, permaneció oculto en un pequeño zulo mientras durase la batalla. Cuando ésta terminara, una luz blanca indicaría al Rey que debía salir de su escondite. Y así fue. Casi al caer la noche, una luz blanca iluminó el cielo y el Rey Koh, acompañado por un escolta se enfundó en una túnica oscura y se marchó hacia el lugar donde su ejército debía haber levantado el campamento. Ciertamente estaba muy nervioso. Era mucho lo que se jugaba en esa batalla, pero confiaba en la superioridad de sus hombres y su camaradería.

Ya bien avanzada la noche, el escolta del Rey le advirtió que faltaba poco para llegar. Entonces sucedió algo. Soldados de su propio ejército salían corriendo en dirección opuesta a ellos ante el asombro de su rey. Ninguno de ellos dijo nada, porque no pudieron reconocerle. Entonces Koh decidió apresurar la marcha para llegar lo antes posible. Al final consiguió llegar y ante él apareció una imagen dantesca: decenas de hombres levantaban a hombros lo que parecía ser el cadáver del general Arghem, que se encontraba atravesado por su propia espada, aquella con la que había derrotado a tantos enemigos.

- ¿Qué le ha pasado al general? - dijo el rey a uno de sus súbditos.
- Majestad... ¡El general Arghem se ha quitado la vida! - contestó conmocionado uno de ellos.
- ¡Maldita sea! ¿Y dónde han ido todos? ¡Esto está desierto! - continuó el rey, lleno de rabia.
- La mayoría han salido corriendo del campamento...

Koh no quiso preguntar nada más. La única razón por la que un hombre tan frío y leal como Arghem se hubiera quitado la vida podía ser no haber cumplido con su deber ¿por qué si no? Eso explicaba que faltaran tantos hombres. Podían haber sido hechos prisioneros o simplemente huyan ante lo que se les venía encima.

El Rey, abochornado y emocionalmente destrozado, decidió entonces que era el momento de cumplir su promesa, así que marchó hacia la capital de Valdher, con la intención de reconocer su derrota y tras ello abdicaría. Posiblemente después se quitaría la vida como su fiel general.

El principal error del Rey fue no seguir preguntando. Si así hubiera sido podía haber comprendido todas y cada una de las casualidades que se habían producido en ese campamento esa noche y que le hubieran abierto los ojos para contemplar la victoria de su ejército. Sin embargo, pese haber ganado la batalla, el Rey había sido vencido, sus hombres muertos y su reino comenzaría a caer en declive.

"¿Qué ha pasado aquí?" o simplemente "¿Hemos ganado?" hubiera sido suficiente. Quizá descortés, ya que no se habría preocupado directamente por la vida del general, pero habría valido la pena. Esto no es una moraleja. Tampoco creo que sea una paradoja, o una casualidad. Es una historia como otra cualquiera.

El Rey Koh fue el último en caer, y con él todo un ejército.

Hasta aquí las historias de los 21 guerreros que cayeron en las batallas de Valdher. Ha pasado mucho tiempo desde que empecé a publicarlas en este blog y hoy, 6 meses después, termino esta labor. Espero poder rematar la faena con un epílogo a estas aventuras, y que no tarde mucho. Un saludo y volveremos a encontrarnos en el Rincón Literario.

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